martes, 28 de agosto de 2007

ES UN GRAN PESO SOBRELLEVAR UN NOMBRE FAMOSO

¿No habéis nunca observado que en todos los tiempos y en todas las naciones nacen hombres fatalmente atados a una idea fija, una idea que a veces es capaz de asolar la vida de toda una generación; una idea que aman hasta sentir celos, que no abandonan nunca, aunque le hagan confinar con el patíbulo? Estos hombres, en su tiempo, tienen dos caras: una sublime y otra grotesca; y la historia contemporánea les llama locos o héroes, según quién haya escrito la historia.

Con tal idea comienza mi ensañamiento a la vida que dejó de ser alegre y animada para el que ya no es capaz de reír; no tanto para el que puede reír de todo corazón, por no tener una mala conciencia.

Es incomparablemente más fácil tener grandes conocimientos, por ejemplo, sobre historia del arte, y poseer profundas ideas en torno a la metafísica y al ajedrez, que saber personalmente muchas cosas acerca de los propios semejantes y mantener relaciones satisfactorias con los que se creen propios amigos.

De ideas es el tema que propongo, surge la reflexión acerca de las antipatías que nacen del choque entre caracteres y no de la lucha de las mismas ideas. Es una bestia bobalicona quien no comprende que las ideas no se pueden combatir a cañonazos. No olvidemos a Nietzsche: “Tener ideas es ser el amo, hacerse ideas es ser esclavo; quien tiene ideas se sirve de ellas”.

El espíritu de mi institución no es el de enseñar al niño muchas cosas, sino evitar que en su cerebro entren ideas que no sean justas y claras. Si no llega a saber nada, no importa puesto que tampoco se engaña; yo solo inculco verdades en su cabeza, para garantizarle contra los errores que podrían ocupar su espacio.

Y sigo, ya que la humanidad ha matado siempre a los profetas, la humanidad no gusta de los iluminados, la humanidad sólo gusta de los imbéciles, de ahí que la condición indispensable que se necesita para ganar aplausos, es ser imbécil. La humanidad crucificó a Cristo y dejó libre a Barrabás. A los campeones de boxeo les llueven los aplausos porque saben dar puñetazos, ¡esa es la humanidad!

Aunque algunos en lugar de ideas deberán necesitar una buena iluminación, como cuando una vela enciende a otra, y así llegan a brillar millares de ellas, para poder hacer una buena hoguera, así tendrá que encender un corazón a otro para que se enciendan la mayoría de los corazones.

Para finalizar me gustaría lanzar unas pocas de mis ideas sobre tal andante grotesco, fuertes, pero ciertas como que es ley de guerra que el vencedor puede hacer lo que quiera al vencido. Por tanto, demos el nombre de fatalidad a esa obstinación. Los espíritus desenfrenados aspiran inútilmente a lograr la máxima perfección; quien pretende llegar a la cima debe hacer acopio de todas sus fuerzas; el verdadero maestro se manifiesta solamente en la limitación y solo debe alcanzar la libertad mediante la ley. Las fuerzas del sino suelen ser la persistencia del carácter en sus inclinaciones incorregibles. Un pequeño descuido puede engendrar perjuicios. No existe nada que odien más los mediocres que la superioridad de talento: ésta es, en nuestros días, la verdadera fuente del odio. No son las malas hierbas las que matan los trigos, sino la negligencia del agricultor. Por falta de un clavo, se perdió la herradura; por faltar la herradura se perdió el caballo, y por la falta de caballo se perdió el caballero. La filosofía no conoce otro consuelo que el olvido.

“Hacer lo que se debe, no lo que se puede, es la gloria”. Séneca